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La democracia en México

NumerosTemas-07

LA DEMOCRACIA EN MÉXICO

HACIA UN CAMBIO POLÍTICO

México no siempre ha sido una democracia. De hecho, durante la mayor parte de su historia como Nación independiente, el sistema político mexicano era algún tipo de autoritarismo. Durante la mayor parte del siglo XX, desde la Revolución y hasta mediados de la década de 1990, México fue una dictadura de partido. El grupo que triunfó tras la Revolución estableció un férreo control sobre el ejercicio del poder desde las instituciones dominadas por el partido hegemónico, que controlaba el acceso al poder y, si bien permitía que los partidos de la oposición participaran en las elecciones, se aseguraba que estos no tuvieran posibilidades reales de derrocar al grupo dominante. 

El partido hegemónico fue fundado como Partido Nacional Revolucionario (PNR) en 1929, posteriormente cambió su nombre a Partido de la Revolución Mexicana (PRM) en 1938 y se convirtió en el Partido Revolucionario Institucional (PRI) en 1946. El PRI dominó el sistema político mexicano por más de 70 años. A este tipo de régimen político, el escritor peruano Mario Vargas Llosa, le denominó como “dictadura perfecta” que controlaba a los municipios, a las gubernaturas, al Congreso federal y a la Presidencia de la República hasta los finales del siglo XX. El partido hegemónico ejercía el control político a través de diferentes mecanismos, entre los cuales destacan un esquema de clientelismo (distribución de beneficios como tierras, permisos, monopolios, viviendas y, sobre todo, cargos públicos a cambio de apoyo político) y el uso del fraude electoral (alteración de los resultados de los comicios). 

Uno de los rasgos distintivos del sistema era la concentración del poder en la figura del Presidente, quien gozaba de las facultades constitucionales y metaconstitucionales (es decir, aquellas no previstas por la Constitución pero que derivaban del control sobre el partido hegemónico) que lo convertían en la figura central del sistema político. Por supuesto, no toda la sociedad mexicana estaba de acuerdo con vivir en una dictadura, lo que originó distintos movimientos y muestras de rechazo al sistema: por ejemplo, las guerrillas, el movimiento ferrocarrilero de 1958-1959, el movimiento de los médicos 1964-65, o el movimiento estudiantil de 1968. Los movimientos de protesta, las limitaciones de las políticas económicas y el debilitamiento del régimen llevaron, finalmente, a la liberalización y a la transición a la democracia.

LÍNEA DEL TIEMPO SOBRE LA TRANSICIÓN A LA DEMOCRACIA 

El proceso de cambio político desde ese sistema no democrático hacia otro de tipo competitivo fue largo, centrado en gran medida en transformaciones encaminadas a lograr que las instituciones fueran capaces de organizar elecciones libres y justas y que garantizaran resultados reconocidos por la sociedad y por los actores políticos. Por ello, la transición mexicana transcurrió a través de reformas electorales y de la celebración de los comicios, buscando generar confianza entre la ciudadanía.  En ese sentido, fue una “transición votada” (Merino, 2003).

Los momentos clave del cambio político en México fueron las reformas electorales de 1977, 1990 y 1996. La primera de ellas se dio en un contexto muy particular: un año antes (en 1976) en la elección presidencial fue postulado un solo candidato, respaldado por el PRI. Este hecho inédito evidenció que las elecciones en aquella época eran tan vacías de contenido, tan insignificantes, que ningún partido de la oposición quiso participar en la contienda que mucho antes de la jornada electoral había definido al ganador.  Ante esa situación, el partido del régimen decidió implementar una reforma que abriera mayores espacios y generara condiciones para que otros partidos quisieran participar. Esta reforma reconoció a los partidos políticos como entidades de interés público, facilitó la creación y registro de partidos nuevos y les otorgó tiempo en radio y televisión.

Más tarde, otra crisis electoral, esta vez ocasionada por la “caída del sistema” que retrasó la publicación de los resultados de la elección presidencial de 1988, también evidenció la debilidad del régimen que se vio obligado a recurrir a un fraude para mantener el control del poder. A raíz de esa crisis, acontecieron dos hechos relevantes para la historia mexicana: se fundó el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y se dio la reforma electoral de 1990. Esta reforma creó el Instituto Federal Electoral (IFE) como un órgano formalmente independiente del gobierno, aunque todavía sujeto a cierto control por parte de la Secretaría de Gobernación. El Tribunal Federal Electoral (TRIFE) era el órgano encargado de la resolución de disputas electorales, aunque sin tener la última palabra respecto de la validez de los resultados electorales.

EN RESUMEN

  • México no siempre ha sido una democracia. De hecho, durante la mayor parte de su historia, el sistema político mexicano era algún tipo de autoritarismo.
  • Los momentos clave del cambio político en México fueron las reformas electorales de 1977, 1990 y 1996. 
  • El proceso de cambio hacia un sistema político tipo competitivo fue largo, centrado en gran medida en transformaciones encaminadas a lograr que las instituciones fueran capaces de organizar elecciones libres y
    justas y que garantizaran resultados reconocidos por la sociedad y por los actores políticos.
  • La transición mexicana transcurrió a través de reformas electorales y de la celebración de los comicios, buscando generar confianza entre la ciudadanía

LA CONSTRUCCIÓN DE LA DEMOCRACIA

La reforma de 1990 puede ser considerada como el momento fundacional del sistema de autoridades que sigue vigente en nuestro país. Si bien las autoridades sufrieron una serie de (mayores y menores) cambios, el esquema dual, con una autoridad administrativa encargada de la organización de las elecciones y otra jurisdiccional a cargo de la resolución de conflictos se convirtió en un estándar replicado incluso en todas las entidades federativas. Sin embargo, la evaluación del proceso electoral de 1994, que fue considerado como ejemplar en cuanto a la organización electoral y certeza de los resultados, pero que no logró garantizar un piso equitativo para los participantes de la contienda, llevó a una nueva reforma electoral. 

Las autoridades electorales lograron autonomía plena a partir de la reforma de 1996. Este iba a ser el último cambio en el sistema electoral mexicano, una reforma definitiva que ya no requeriría más ajustes. En efecto, el diseño establecido en aquella reforma fortalecía las autoridades electorales, eliminaba por completo la incidencia de otros poderes (Ejecutivo y Legislativo) en la organización de los comicios y la calificación de sus resultados, fortalecía la equidad en la contienda a través de las reglas para el financiamiento público, la distribución de tiempos oficiales en radio y televisión, así como de las facultades del IFE para realizar el control de los ingresos y gastos de los partidos políticos. 

Sin embargo, la dinámica de las campañas electorales de la elección presidencial de 2006, en la que los partidos emplearon la mayor parte de sus recursos en la compra de propaganda en la radio y televisión y recurrieron a los mensajes de propaganda negativa, y donde otro tipo de actores, entre ellos el Presidente de la República y las organizaciones empresariales, emitieron posicionamientos con contenido electoral, obligaron a una nueva reflexión sobre las reglas de equidad de la contienda. A partir de ello, se adoptó una nueva reforma electoral, enfocada en la regulación de la comunicación política.

El modelo adoptado en 2007 se basó en tres prohibiciones para los partidos políticos: de compra o adquisición de tiempo aire en los medios de comunicación masiva, de emisión de propaganda gubernamental durante las campañas, de difusión de contenidos que calumnien a las personas (es decir, les atribuyan, sin fundamento alguno, realización de comportamiento ilícitos) o denigren a las instituciones. El nuevo modelo implicó también el establecimiento de una serie de reglas para que las autoridades pudieran analizar los contenidos de las campañas e imponer sanciones a quienes violaran las reglas.

La última -hasta el momento- reforma electoral tuvo lugar en 2014. Con ella, desapareció en IFE y fue creado, en su lugar, el Instituto Nacional Electoral (INE). El cambio fue, por supuesto, más profundo que sólo de una letra en  el nombre. El  pasar  de  ser  “federal” a  “nacional”   implicó  que  ahora   el INE se involucra no solamente en la organización de las elecciones federales (de Presidente, diputaciones y senadurías), sino también de los comicios locales (gubernaturas, legislaturas locales e integrantes de los ayuntamientos).

EN DEFENSA DE LA DEMOCRACIA

Conferencia Magistral del Dr. José Woldenberg.

Universidad Autónoma de Tlaxcala, 22 de enero de 2020. 53’48’’. 

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La mecánica del cambio político en México transcurrió por la vía de construcción de las autoridades electorales autónomas e imparciales y de las reglas de la contienda, para generar condiciones equitativas de competencia (Woldenberg, Salazar y Becerra, 2000). Las reformas electorales poco a poco fueron creando las condiciones para la competencia política y para el desarrollo de un sistema plural de partidos. Como consecuencia, el PRI empezó a perder su fuerza electoral, los partidos de oposición empezaron a conquistar espacios en los tres niveles de gobierno y surgieron también nuevas fuerzas políticas que lograron ser exitosas.

A través de las reformas electorales en México hemos construido autoridades importantes, de gran calidad, que se han convertido en los árbitros de las contiendas electorales y que son un ejemplo para el mundo sobre cómo deben organizarse las elecciones. El INE es reconocido por la comunidad internacional como el pilar de la democracia mexicana y el modelo de organización y trabajo que desarrolla el Instituto es uno de los modelos a seguir para los países que quieren mejorar la calidad de sus elecciones.

La transición mexicana se centró en la construcción de un sistema electoral competitivo. Sin embargo, a partir de la década de los 1990 se dieron también otros cambios que contribuyeron a fortalecer el proceso del cambio político. En especial fue importante la reforma al Poder Judicial que entró en vigor en 1995. A partir de esta reforma la Suprema Corte de Justicia de la Nación (SCJN) fortaleció su autonomía y adquirió las facultades de realizar el control de constitucionalidad, es decir, de revisar los actos de los otros poderes (Ejecutivo y Legislativo) para garantizar que estén acorde con la Constitución y que respeten los derechos humanos.

También fue importante la creación de los órganos autónomos, encargados de desarrollar ciertas funciones fundamentales y servir como contrapesos a los otros poderes. Así, en 1992 se creó la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), que es encargada de conocer los posibles casos de violación de los derechos humanos cometidos por los órganos del Estado. Más tarde, en 2002 nació el Instituto Federal de Acceso a la Información y Protección de Datos (IFAI), a cargo de garantizar la transparencia en el ejercicio gubernamental y de proteger los datos personales de todas las personas (a partir de la reforma de 2015 su nombre cambió a INAI – Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales).

A lo largo de casi 30 años han cambiado no sólo las reglas electorales sino también muchas de las relaciones entre los actores que participan en el sistema político mexicano. Las instituciones que tienen el papel de contrapesos, como la Suprema Corte de Justicia de la Nación, los órganos autónomos (el IFAI/INAI o la CNDH), empezaron a ejercer cada vez mayor influencia en la política de nuestro país. Los actores políticos también cambiaron: aparecieron nuevos partidos, algunos otros desaparecieron o cambiaron de alianzas. Los gobernadores adquirieron mayor importancia en la escena nacional, al igual que las organizaciones de la sociedad civil y los medios de comunicación. Las relaciones, los pesos y contrapesos han cambiado, ajustándose a las dinámicas propias de una sociedad moderna, plural y democrática.

EN RESUMEN

  • La mecánica del cambio político en México transcurrió por la vía de construcción de las autoridades electorales autónomas e imparciales y de las reglas de la contienda, para generar condiciones equitativas de competencia.

TERMINAMOS COMO EMPEZAMOS… PENSANDO EN LA DEMOCRACIA…

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