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Convivencia Pacífica y Cultura de la Paz – ¿Qué es un conflicto?

CONVIVENCIA PACÍFICA Y CULTURA DE LA PAZ

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¿QUÉ ES UN CONFLICTO?

COMENZAMOS PENSANDO EN LA CULTURA DE LA PAZ Y EN LA CONVIVENCIA CON VARIAS PREGUNTAS…

¿Qué es un conflicto? Estamos, nuevamente, frente a un concepto que empleamos cotidianamente, pero que no necesariamente sabemos con claridad qué significa ni tampoco estamos todos de acuerdo cuando nos referimos a él. Nuestras experiencias cotidianas son muy importantes y entender cómo surge y qué significa la existencia de un conflicto resulta clave para saber cómo procesarlos y cómo resolverlos de manera pacífica. Es muy normal que las personas pensemos de manera diferente, por lo que saber identificar nuestras ideas, defenderlas y luchar por ellas es parte de la naturaleza humana. Saber defender esas ideas con argumentos y datos es muy importante y también lo es saber respetar a quienes no piensan como nosotras y nosotros. Además, aprender a convivir de manera pacífica con las y los demás -aún cuando no pensemos igual- es parte sustantiva de la vida democrática. No se trata de que dejemos de ser quienes somos o de que abandonemos nuestras creencias e ideas sino de saber respetar al otro a partir de lo que son sus diferencias.

La existencia o el surgimiento de los conflictos en una comunidad o sociedad es natural e inevitable. Dahrendorf (1971: 239) solía sostener que en todas las sociedades se “producen constantemente en sí mismas antagonismos que no brotan casualmente ni pueden ser arbitrariamente eliminados”. Estas son las causas del conflicto. Toda sociedad tiene dentro de sí divisiones, tensiones, desequilibrios que llevan a las personas a enfrentarse entre sí. De acuerdo con Coser, un pionero de los estudios de los conflictos sociales, el conflicto puede ser entendido como la lucha por los valores y por el estatus, la identidad, el poder y los recursos que suelen ser escasos. En otras palabras, podríamos decir que un conflicto se produce cuando dos o más personas se oponen en la interacción social y cada una de ellas pretende alcanzar objetivos incompatibles y, al mismo tiempo, impedir que la otra consiga los suyos. En este sentido, todo conflicto es una forma de interacción entre individuos, grupos, organizaciones y colectividades que implica enfrentamientos por el acceso a recursos escasos y su distribución (Pasquino, 1991: 298). De ahí que todo conflicto supone enfrentamiento por alguna cosa, idea o recurso e implica que al menos dos personas o grupos tienen visiones diferentes sobre una cuestión. En ese sentido, un conflicto se ve como una relación social en la que la acción se orienta de manera intencionada a llevar a cabo la voluntad propia de una persona o un grupo, a pesar de la resistencia de los demás. El conflicto, de todos modos, no es la única forma de interacción social, ya que también existe la cooperación, entendida como esa interacción social que supone que los actores políticos colaboren entre ellos (Pasquino, 1991: 298).

Los conflictos son parte inevitable y natural de la vida social, pues el individuo en cuanto hombre social está inmerso en múltiples relaciones (zôon politikón), que condiciona a sus semejantes y, al mismo tiempo, se ve condicionado por los demás. En términos de Aristóteles, el individuo se realiza en su comunidad política (en lo que se ha denominado como polis o ciudad-Estado) y hallará la felicidad completa en el marco de esa comunidad. Esa es la esencia de la vida política. Precisamente, una manera de entender cómo son esas relaciones del individuo en su comunidad tiene que ver con el modo en que la sociedad resuelve los conflictos, toma decisiones e integra a sus miembros. Y, por supuesto, también tiene que ver con cómo los individuos procesan esos conflictos y buscan -o no- resolverlos de manera pacífica.

Las hostilidades surgen entonces cuando las personas o los grupos compiten por cosas: empleos, ideas, prestigio, poder, recursos. Cuando los intereses chocan, nacen los problemas (Myers, 2005: 528). Las y los ciudadanos se enfrentan a diferentes tipos de conflictos, que proceden al menos de cuatro fuentes: la lucha por el poder, por los recursos, por la defensa de determinadas características sociodemográficas y/o culturales, por las ideas y/o los valores (Sodaro, 2006: 6). Es más, muchos conflictos se originan en diferentes maneras de entender los problemas y en el modo en que las personas valoran las posibles vías y/o estrategias para resolver esos problemas. Las fuentes del conflicto pueden entonces organizarse en diferentes dimensiones:

a) La lucha por el poder, que supone la capacidad de hacer que el otro acate las decisiones que le son sugeridas como válidas en un escenario de libertad de elección. En la mayor parte de las democracias, el modo predominante de ejercer el poder político es la influencia mientras que en otros contextos, donde no se respetan las libertades como pueden ser en las dictaduras, suele prevalecer la dominación. Al margen del tipo de sistema político en el que se den esas relaciones de poder, la política siempre implica un conflicto sobre quién tiene el poder o quién controla el Estado. Entonces, se trata de identificar de dónde procede la legitimidad de aquel que detenta ese poder y de quién emanan las decisiones.

b) Lucha por los recursos, ya sean naturales como la tierra, el agua, el petróleo, la comida o, de otro tipo, como los económicos o culturales es otra fuente de conflicto. La distribución de esos recursos no siempre es igualitaria y ese acceso diferenciado supone relaciones asimétricas entre los diferentes individuos.

c) Características sociodemográficas, étnicas y culturales del país o de regiones de la misma son otra fuente de conflictos. Muchas veces son las que dan sustento a las identidades (de clase, étnicas, religiosas, de género o generacionales) e incluso que sean esas identidades las que condicionen el comportamiento político. En ocasiones, grupos con diferentes identidades derivadas de sus características entran en competencia entre sí. Cuando las autoridades toman partido entre los grupos enfrentados, o los propios grupos se organizan para acceder a las instituciones del Estado, estos conflictos se politizan.

d) Ideas y valores que diferencian la manera en que las personas perciben y entienden lo que ocurre. Las ideologías son conjuntos “coherentes de ideas y orientaciones que definen cómo debe ser la relación entre el Estado y la sociedad, además de establecer los principales objetivos que la comunidad debe perseguir mediante la acción política” (Sodaro, 2006: 14). La defensa de una serie de valores puede producir conflictos importantes, fundamentalmente, cuando se convierten en tensiones que enfrentan a la sociedad.

Las razones detrás de los conflictos que surgen en nuestra sociedad pueden ser muy profundas, pues las causas que acabamos de señalar -poder, recursos, prestigio, valores, ideas, características sociodemográficas, étnicas y culturales- suelen ser muy importantes para las personas. En ocasiones, incluso, pueden no tener una solución sencilla ni satisfactoria para todas las partes, por ejemplo, cuando dos naciones reclaman para sí el mismo territorio. ¿Cómo saber quién tiene la razón o el “mejor derecho” para habitarlas? ¿Cómo una parte puede renunciar a este valor y recurso tan preciado como el territorio, indispensable para la existencia y desarrollo de una comunidad política?

SABÍAS QUE…

Una sociedad polarizada

En este video, la psicóloga social Dannagal G. Young analiza el vínculo entre nuestra psicología y la política, mostrando cómo los tipos de personalidad se dividen en gran medida entre las personas que priorizan la apertura y la flexibilidad (liberales) y las que prefieren el orden y la certeza (conservadores). Descubre por qué ambos conjuntos de rasgos son cruciales para cualquier sociedad, y cómo nuestras diferencias están siendo peligrosamente explotadas para dividirnos.

Dannagal G. Young, TED2020, Mayo de 2020, 8:55’.

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Los conflictos por los valores y las ideas también pueden ser muy profundos y complejos de resolver. Piensa en la cuestión de la interrupción del embarazo. Hay personas creyentes que, siguiendo las enseñanzas de su fe, piensan que no hay causas válidas para hacerlo, y que cada vida debe ser protegida desde el momento de su concepción. Otras personas tienen un sistema de valores diferente y consideran que las decisiones reproductivas son parte de la autonomía personal, por lo que corresponden a las personas con capacidad de gestar, y que esto implica que un embarazo puede ser interrumpido. Como puedes ver, las dos posturas se colocan en polos opuestos y, además, derivan de posturas ideológicas muy diferentes.

¿Cómo conciliar estas posturas en una sociedad? Por supuesto, no hay una manera sencilla de hacerlo, y es posible que ninguna de las partes llegue a estar plenamente satisfecha con la solución adoptada. En muchas sociedades esta solución es una especie de compromiso que reconoce que 1) la posibilidad de la interrupción legal de un embarazo no obliga a nadie a hacerlo y entonces no impone a las personas una sola manera de pensar y vivir, mientras que la prohibición tajante sí resulta en la imposición de una sola perspectiva; 2) dado lo controvertido de este problema, es necesaria una regulación estatal y esta regulación suele permitir la interrupción legal del embarazo hasta cierto tiempo (entre 12 y 22 semanas de gestación) y, a veces, bajo algunas condiciones específicas (por ejemplo, los riesgos a la salud de la persona gestante o la inviabilidad del producto).

SABÍAS QUE…

Gladys González, Senadora de la República Argentina: “No podemos imponer nuestra moralidad católica a todo el pueblo argentino”

Durante el debate sobre la legalización de la interrupción voluntaria del embarazo en Argentina, la Senadora católica Gladys González dio un emotivo discurso en el que explicó que, a pesar de su fe católica, consideraba que el Estado debe reconocer y garantizar este derecho a las mujeres.  

Sesión especial del Senado de la República Argentina, 29 de diciembre de 2020, 12:16’.

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La búsqueda de estas soluciones -compromisos- nunca es fácil y requiere de la ciudadanía un importante grado de apertura y madurez y, lo más importante, del reconocimiento de la pluralidad de posturas existentes en la sociedad. Requiere, también, de un debate amplio y profundo, como los que seguramente has tenido con tus familiares o amistades cuando han estado en desacuerdo sobre un problema importante para todas y todos. Seguramente recuerdas también que estas discusiones no fueron sencillas, pero que gracias a ellas lograron entenderse y respetarse más. Eso es lo que debemos hacer como integrantes de una misma comunidad. 

EN RESUMEN

  • El conflicto puede ser entendido como una lucha por los valores y por el estatus, el poder y los recursos escasos.
  • Los conflictos sociales surgen a partir de al menos cuatro fuentes: la lucha por el poder, por los recursos, por la defensa de determinadas características sociodemográficas y/o culturales, por las ideas y/o los valores.
  • Un principio democrático básico de quienes vivimos en una sociedad es aprender a convivir con personas que piensan diferente, respetando el derecho de cada uno y cada una de defender de manera pacífica esas ideas.

¿POR QUÉ SURGE UN CONFLICTO?

Una diferencia se convierte en conflicto cuando al menos dos personas, grupos, comunidades o países tienen posiciones diferentes respecto a valores, ideas, recursos u otra cuestión que consideren importante. Y, también, porque tienden a competir por esas cosas. La competencia acentúa las diferencias percibidas (Myers, 2005: 528). Para investigar sobre ello, dos psicólogos sociales, Craigh Anderson y Melissa Morrow (1995), llevaron a cabo un estudio en el que le pidieron a las personas que jugaran al Super Mario Bros de Nintendo. La mitad de las personas participaron por competencia (comparando puntos) y la otra mitad por cooperación (combinación de puntos). Los hallazgos de esa investigación fueron dramáticos: la gente mataba en forma innecesaria (al pisar o lanzar bolas de fuego) a 61 por ciento más de las figuras cuando competían. La lucha por los puntos incentivó la agresión, es decir, que las personas buscaran causar daño a otras para poder ganar. 

Esta lógica del conflicto a nivel individual se traslada al grupal, donde las personas, ya como grupos, suelen exacerbar la competencia incluso más que a nivel individual (Myers, 2005: 529). En esa línea, la competencia de ganar-perder en los grupos se hace más intensa que entre las personas (Wildschut y otros, 2003).

SABÍAS QUE…

Según Aristóteles, “las recompensas deben darse ‘de acuerdo con el mérito’; para que toda la gente esté conforme en que lo que es justo en distribución, debe otorgarse según el mérito en algún sentido, aunque no todos especifiquen el mismo tipo de mérito”.

 

 

 

 

 

 

 

De ahí que estudios posteriores han encontrado que la competencia engendra conflicto cuando a) la gente percibe que recursos como dinero, empleos o poder son limitados y están disponibles en una base que no suma cero (la ganancia de uno es la pérdida del otro) y b) un grupo externo distinto sobresale como un competidor posible sobre esos recursos (Myers, 2005: 529). Por ejemplo, cuando hay personas migrantes que son percibidas por las y los ciudadanos de ese país como adversarios frente a la distribución de los empleos suelen desarrollarse actitudes negativas hacia ellas y los ciclos migratorios. 

En este sentido, para que haya un conflicto político deben darse diferentes pasos o etapas. Las etapas a partir de las cuales se politiza un conflicto son las siguientes: 

a) identificación de una distribución desigual de valores y recursos que es percibida como injusta, inconveniente o arriesgada, en el que las personas consideran que algo que ocurre no es equitativo ni le recompensa en la medida que ellos se lo merecen;

b) toma de conciencia por parte de los individuos implicados y expresión de sus demandas, exigencias o propuestas para corregir la situación y controlar el riesgo que acarrea, que se manifiesta en frases como “eso no es justo”, “qué robo o atraco”, “merecemos más”, entre otros y que surgen por la injusticia percibida;

c) movilización de apoyos a las demandas y propuestas, acumulando todo tipo de recursos (conocimiento experto, difusión de información, dinero, organización, armas) y buscando un mayor número de aliados entre grupos y actores;

d) traslado del conflicto al escenario público, reclamando la adopción de decisiones vinculantes para toda la comunidad. Estas decisiones, que pretenden modificar el desequilibrio anterior, deben contar con el respaldo de la coacción que administran las instituciones políticas.

Los conflictos pueden distinguirse entre sí en términos de algunas características objetivas (Pasquino, 1991: 299): dimensión, intensidad, objetivos. En cuanto a la dimensión, tiene que ver con cuántas personas se ven involucradas en el conflicto, ya sea en términos absolutos o de manera potencial. En relación a la intensidad, puede observarse a partir del grado de compromiso de las personas que participan, su disposición a negociar o, por el contrario, a no cambiar de opinión respecto a la negociación del conflicto. Finalmente, en relación a sus objetivos, los conflictos pueden distinguirse respecto de aquellos que buscan cambios en el sistema y aquellos otros que tienen que ver con cambios del sistema político.

EN RESUMEN

  • Los conflictos surgen de manera natural e inevitable, pues las diferencias en las ambiciones, intereses, valores o acceso a los recursos generan tensiones y desacuerdos entre las personas y grupos de personas.
  • Los conflictos se politizan cuando trascienden a los individuos y abarcan a grupos sociales que, además, movilizan sus recursos para trasladarlos al ámbito público y pretenden de esta manera lograr la adopción de decisiones vinculantes para toda la sociedad.

LA POLÍTICA COMO GESTIÓN DE CONFLICTOS

La política es una manera de gestionar el conflicto social (Vallès, 2010:18), lo que supone definirla como una actividad o práctica colectiva, incluso como un proceso que supone una secuencia continua de acontecimientos e interacciones entre diferentes actores (ciudadanía, organizaciones, grupos y gobiernos) en una comunidad. Para que haya política tiene que haber interacción entre las partes que integran esa colectividad. Si en una comunidad los individuos se enfrentan en torno a conflictos, se espera que para dar respuesta a esas tensiones, las personas tomen decisiones que son emanadas por una autoridad estatal que son obligatorias para el resto de los miembros de la comunidad. Lo que diferencia a la política de otras maneras de resolver los conflictos es que esas decisiones son precisamente de carácter vinculante para todos los miembros de la comunidad (Vallès, 2010: 20).

En ese sentido, las decisiones que se toman están sujetas a un conjunto de reglas o pautas acordadas previamente entre estos miembros. Por ello, la política se da en un marco, estructura de reglas y procedimientos, que se materializan mediante la negociación, la coerción o una combinación de ambas. En la primera, los individuos persiguen sus objetivos y manejan sus conflictos mediante la transacción directa o formas indirectas de intercambio. Supone consensos, compromisos y acuerdos. En la segunda, implica el uso de la fuerza o la amenaza de usarla. En un proceso coercitivo, A fuerza a B a hacer algo, a menudo contra la voluntad de B. Incluso en sistemas democráticos se emplea algún tipo de coerción. 

Esas decisiones que emanan de la autoridad estatal las convierten en autoritativas al resto de la sociedad (Easton, 1968) y “es a esas decisiones a las que acuden los ciudadanos a la hora de buscar decisiones vinculantes para tratar sus conflictos” (Sodaro, 2006: 2). La posibilidad de contar con esas decisiones también supone resolver las situaciones de incertidumbre que se generan en torno a esos conflictos. Como señala Vallès (2010: 19), la política aparece “como una respuesta colectiva al desacuerdo” y, al mismo tiempo, ayuda a generar certezas frente a la incertidumbre. ¿Te parece poco? Eso es todo. Que la ciudadanía entienda -y defienda la idea- de que la política es la manera más adecuada para resolver los conflictos y que es la herramienta que permite dialogar, confrontar ideas y encontrar soluciones. 

La autoridad no siempre consigue dar respuesta a todos los objetivos que se propone ni tampoco logra resolverlos completamente. Pero, por lo menos, intenta encontrar una respuesta, “encauzar” el conflicto, ya sea de manera temporal o -al menos- de modo parcial. Nunca se puede hablar de una única solución ni que la misma sea la que todos y todas quieren. Eso significa pensar que no existe una respuesta satisfactoria para todas y todos los implicados y, por el contrario, resulta muy difícil que todas las personas resulten satisfechas con cualquier decisión que se tome (Vallès, 2010: 20). Por ello, es probable que haya muchas opciones posibles para resolver un conflicto, que no siempre se tome la decisión más óptima o que no todas las personas se sientan satisfechas con ellas. Aún así, esa decisión siempre es obligatoria para todas las personas que integran la comunidad.

EN RESUMEN

  • La política puede ser entendida como la gestión de conflictos. 
  • El ejercicio de la política permite resolver los conflictos al tomar decisiones vinculantes para todas las personas que integran una comunidad política. 

EL PODER COMO LA CAPACIDAD DE CONTROLAR RECURSOS Y EJERCER INFLUENCIA

El poder es la capacidad de causar acciones o producir resultados (Sodaro, 2006: 77). De ahí su importancia para gestionar el conflicto. La Ciencia Política, al centrarse en el estudio del poder, se ha convertido en “cratología” (del griego kratos: poder), esto es, la ciencia del poder (Laswell y Kaplan, 1950: 14), encargada de analizar su naturaleza, distribución y diferentes manifestaciones. El poder es entendido en el sentido de que X tiene poder sobre Y en la medida en que X es capaz de conseguir que Y haga algo que es más del agrado de X y que Y no habría hecho de otro modo (Dahl, 1968: 52). Esto supone concebirlo como algo que se tiene o se posee, como fuerza o energía localizada en un jefe, grupo, instituciones o en unos principios aceptados por una comunidad (Freidenberg, 2022).

Si tener poder es un recurso, la cuestión estará en cómo conseguir ese recurso, ya sea económico, de coacción o simbólico (información, cultura, religión o derecho). En este sentido, cualquier cambio en el control de los recursos, repercutirá en la distribución del poder dentro de la comunidad. En fin, desde esta visión, el poder es entendido desde la perspectiva de la imposición de unos sobre otros. El hecho de controlar determinados recursos es lo que hace que unos estén en situación de controlar a otros, tomando en cuenta desde esta visión integradora que el poder puede equipararse a “la capacidad de intervenir en la regulación coactiva del conflicto social” (Vallès, 2010: 33). Aún así, uno de los problemas más controvertidos ha sido conseguir una definición operativa de poder, que contribuya en la investigación académica, a través de la medición del quantum de poder que una persona o grupo ejerce sobre otra o sobre los procesos políticos.

En este sentido, resulta clave comprender que el poder político está integrado por tres componentes: fuerza, influencia y autoridad (Vallès, 2010: 34). Estos tres elementos están siempre en las definiciones de poder, sea cuál sea la definición que se utilice o la perspectiva que se tenga en cuenta. El primero de ellos, la fuerza, emplea como instrumentos para ejercer el poder la amenaza o incluso cuando por su acción consigue impedir el acceso a recursos de otros individuos. El segundo, tiene que ver con la influencia, esto es, la capacidad para persuadir a otros que tomen una determinada decisión o que lleven a cabo un comportamiento específico. Esto se hace con la intención de convencer de que esa decisión o comportamiento es la más adecuada. Finalmente, el tercer elemento, el que genera la autoridad, el respeto al conocimiento adquirido o a la experiencia sobre algún tema. Esto es lo que genera confianza que facilita la acción o inacción de los otros actores.

Tabla I. ¿Qué significados para un mismo término?

LOS COMPONENTES DEL PODER POLÍTICO

Ejerce…

Recurre a la…

Quiere producir…

Quiere obtener…

Fuerza

Amenaza

Temor

Influencia

Persuasión

Convicción

Autoridad

Reputación

Confianza

Acción o inacción de los otros actores

Fuente: Vallès (2010: 34).

EN RESUMEN

  • El poder es una de las fuentes de conflicto en la sociedad. Al mismo tiempo, una manera de entender el poder es precisamente la capacidad de intervenir en el control de los conflictos sociales. 
  • Cualquier definición de poder cuenta con tres elementos constitutivos: fuerza, influencia y autoridad. 

¿EL CONFLICTO SIEMPRE ES NEGATIVO Y VIOLENTO?

Cuando un conflicto se politiza, eso supone que nuestra sociedad es plural, que hay diferentes posiciones y que las personas pueden y quieren defender sus posiciones sobre las cosas. De ahí que sea tan importante respetar el pluralismo, es decir, el principio bajo el cual las diferencias de ideas, preferencias e intereses existentes en las sociedades son un valor importante que merece reconocimiento y protección. La diversidad y la pluralidad que caracteriza a nuestras sociedades implica entonces que las personas tienen ideas, preferencias e intereses distintos y, con frecuencia, contradictorios. Esto no es negativo en sí mismo, pues en ciertas ocasiones, el conflicto puede traer beneficios a la comunidad.

COSAS PARA PENSAR…

Pluralismo y Tolerancia

“Entender el pluralismo es también entender el significado de tolerancia, consenso, disenso y conflicto. Tolerancia no es indiferencia, no presupone indiferencia. Si somos indiferentes no tenemos interés: y aquí se acaba todo. Tampoco es verdad, como se sostiene con frecuencia, que la tolerancia presuponga cierto relativismo. Está claro que si somos relativistas estamos abiertos a una multiplicidad de puntos de vista. Pero es tolerancia (su mismo nombre lo indica) precisamente porque no implica una visión relativista. Quien tolera tiene creencias y principios, los considera verdaderos, pero al mismo tiempo permite que otros tengan el derecho de cultivar “creencias equivocadas” ( … ).Por tanto, ¿qué grado de elasticidad tiene la tolerancia? Si la pregunta nos obliga a buscar un límite fijo y preestablecido, no lo encontraremos”.

El reconocido politólogo italiano Giovanni Sartori  escribió hace unos años en el prestigiado periódico El País sobre la importancia del pluralismo y el papel de la tolerancia a quienes no piensan como nosotros. ¿Cuán tolerante eres tú con quién piensa diferente a ti?

Disponible en:  Plurarismo y Tolerancia

Que las personas tengan posiciones diferentes sobre cómo resolver los problemas de la comunidad es positivo en sí mismo: significa que en esa comunidad existe la libertad para pensar, sentir y actuar diferente. Imagínate cómo sería si todas y todos pensáramos lo mismo; si tuviéramos miedo a expresar nuestras ideas y así disentir de las y los demás o si todas y todos dejáramos que una sola persona decidiera por nosotros para -precisamente- evitar el conflicto. De esa libertad hablamos ya en el tema II del Módulo 4, donde vimos que sin el ejercicio de la libertad, como la de expresión, de conciencia y/o de pensamiento, no es posible ni la democracia ni un desarrollo autónomo de nuestra personalidad.

Sin embargo, usualmente, cuando pensamos en un conflicto -o cuando nos enfrentamos a uno- solemos percibirlo como algo negativo o, incluso, nocivo. Con frecuencia pensamos en las posibles rupturas, en la polarización o distanciamiento, o en una escalada del conflicto que pudiera llevar a la violencia. De ahí que muchas veces tememos entrar en conflicto con los demás.

A pesar de estas ideas sobre los aspectos negativos del conflicto, muy arraigadas en nuestra sociedad, podemos pensar -y observar- situaciones en las que el conflicto puede traer resultados positivos, dado que supone transformaciones que mejoran nuestra convivencia, implica la posibilidad de reconocimiento de nuevos derechos o incluso mejora la posibilidad de que todas y todos se sientan incluidos dentro del sistema político.

La existencia misma de un conflicto, de esas posiciones, ideas e intereses diferentes que buscan acomodarse en una misma comunidad nos puede servir, por ejemplo, para evitar la toma de decisiones prematuras o insuficientemente analizadas.

SABÍAS QUE…

¡Atrévete a disentir!

El conflicto y el desacuerdo pueden ser fundamentales para mejorar nuestra sociedad. Margaret Heffernan habla en este video sobre cuál es la importancia del conflicto y cómo lidiar con él. Esta es una estupenda oportunidad para que pienses cómo vas a gestionar tu participación en la comunidad y si vas a animarte a ser una persona que ejerza su derecho a estar en desacuerdo y un facilitador/a para resolver los conflictos que se presenten en tu ciudad o tu comunidad.

 

Margaret Heffernan, TEDTalk, Junio de 2012, 12:40’.

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Cuando el conflicto surge -y algunas personas o grupos se oponen a las decisiones que se pretende tomar-, esta situación nos obliga a repensar las posibles consecuencias y costos de la decisión cuestionada y buscar otras rutas o esquemas de acción. Esto permite también conciliar las preocupaciones de las partes del conflicto, lo que puede llevar a un acuerdo más amplio, que beneficie a las necesidades de todes -o, por lo menos, de grupos más amplios de la comunidad-. Encontrarse en una situación de conflicto puede resultar beneficioso para los grupos, pues el conflicto ofrece la oportunidad de aumentar la cooperación intragrupal mientras se trabaja hacia el objetivo común del grupo para el resultado del conflicto (Pruitt y Rubin, 2003).

El conflicto también puede ser el motor de avance de nuestra sociedad, pues es la fuerza creativa que permite evolucionar a una comunidad. De ahí que un conflicto contribuya al cambio social, garantizando que las dinámicas interpersonales e intergrupales se mantengan frescas y reflejen los intereses y realidades actuales (Pruitt y Rubin, 2003; Pasquino, 1991). Muchas veces el hecho de que un conflicto aparezca conduce a cambios positivos, permitiendo, por ejemplo, el avance en el reconocimiento de los derechos de las personas. Así pasó con el reconocimiento de los derechos de las mujeres, logrado a raíz del surgimiento de un conflicto en el cual las mujeres organizadas en el movimiento feminista exigían -y no siempre de maneras pacíficas- sus derechos civiles y políticos.

SABÍAS QUE…

Respetuoso desacuerdo

¿Cómo podemos estar en desacuerdo unos con otros, de forma respetuosa y productiva? En esta charla, el constructor de equipos Matt Trombley reflexiona sobre el “agonismo” -la tendencia a adoptar una postura rígida en los asuntos- y comparte por qué encontrar aspectos de acuerdo puede ser el primer paso para resolver el conflicto. “Cuando puedes encontrar incluso un mínimo punto de acuerdo con alguien, te permite comprender la hermosa maravilla, la complejidad y la majestuosidad de la otra persona”, afirma.

Matt Trombley, TED@WellsFargo, Febrero de 2020, 14:22’.

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Podemos decir, entonces, que el conflicto en la sociedad es positivo cuando permite a la opinión pública considerar diferentes ideas y alternativas de solución de problemas, genera condiciones para una mayor participación política, contribuye a la aclaración y/o reevaluación de los problemas sociales. En cambio, el conflicto es negativo cuando lleva a la discriminación, supone agresiones y expresiones de violencia entre los grupos de la sociedad, destruye la moral de los grupos que se encuentran en una situación de vulnerabilidad en el marco del conflicto y genera una polarización que reduce la cooperación en la sociedad.

EN RESUMEN

  • El conflicto puede tener consecuencias negativas cuando profundiza la polarización social e impide la cooperación.
  • El conflicto puede tener consecuencias positivas, pues permite impulsar y concretar cambios, avanzar en el reconocimiento de los derechos, fortalecer la participación política y los debates públicos.