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¿Cómo se forma un ciudadano o una ciudadana?

CIUDADANÍA Y PARTICIPACIÓN

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¿CÓMO SE FORMA UN CIUDADANO/a?

Sabemos ya que todas y todos somos ciudadanos, tenemos ciertos derechos y obligaciones y que eso nos hace parte de una comunidad política, con la cual compartimos valores, ideas y prácticas. Sabemos que eso nos permite votar y ser votados, expresar nuestras opiniones, protestar o apoyar a las diferentes ideas y propuestas políticas. Pero…te has preguntado alguna vez, ¿cómo sabemos todo eso? ¿Cómo sabemos qué significa la ciudadanía, cuáles son nuestros derechos y cómo podemos participar en la sociedad?

Ninguna de esas cosas las sabemos al nacer, sino que las aprendemos en algún momento de nuestras vidas. Lo interesante es que una buena parte de las respuestas sobre cómo nos comportarnos como miembros de una comunidad política no las aprendemos exclusivamente en la escuela -como en una clase de Formación Cívica y Ética- sino que las aprendemos desde la infancia, en un proceso inconsciente, en el que participan múltiples agentes. Es decir, desde temprana edad, observamos cómo se comportan los demás: nuestros padres, vecinos, amigos y quedamos expuestos a las noticias y así nos enteramos sobre lo que pasa en la vida pública. Poco a poco, aprendemos sobre la política y la convivencia, creando nuestra propia personalidad política. A este proceso, mediante el cual adquirimos y transformamos creencias, actitudes, valores e ideologías, lo llamamos socialización (Vallés, 2000: 289).

EN RESUMEN

  • La formación de las y los ciudadanos es un proceso complejo que transcurre desde la infancia hasta la edad adulta. 
  • Este proceso, que consiste en la adquisición y modificación de creencias, actitudes, valores e ideologías se llama socialización.

¿CÓMO SABEMOS LO QUE SABEMOS? EL PROCESO DE SOCIALIZACIÓN

Las ciudadanas y  ciudadanos formamos nuestras ideas del mundo en el proceso de socialización, es decir, en un proceso a través del cual los seres humanos aprenden e interiorizan las normas y los valores de una determinada sociedad y cultura específica. No se trata de un aprendizaje formal, de acreditar una materia en la escuela con un examen final o de leer muchos, muchos, muchos libros y aprenderlos de memoria. Se trata de algo mucho más fluido, desorganizado e intuitivo. 

Socialización política

Nuvia Colli. 18 de noviembre de 2019. 7’17’’.

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Podríamos decir que tomamos clases de socialización cuando peleamos con nuestras hermanas y hermanos, cuando vemos  discutir a  nuestros   padres   sobre política, cuando jugamos con nuestros amigos y amigas nuestro deporte favorito, cuando vamos a la cancha y evaluamos cómo se comportan los jugadores en el campo o cuando observamos a los vecinos organizarse para resolver un problema de nuestra colonia.

Estas experiencias integran la socialización primaria y, con ello, se forman nuestras actitudes. Como vimos en el Módulo 1 de #FaroDemocrático, las actitudes son claves porque condicionan nuestro comportamiento. En la fase de socialización, que se desarrolla desde que somos niños y tomamos conciencia, hasta que crecemos e ingresamos a la vida activa -al trabajo o a la educación no obligatoria- aprendemos cosas muy relevantes sobre la comunidad política a la que pertenecemos y sobre las normas que la rigen. Nos damos cuenta de un montón de cosas sobre la existencia de la autoridad (¿quién manda en casa, en la colonia, en el país? ¿por qué obedecemos?), sobre nuestra pertenencia a una comunidad (¿de qué manera nos identificamos con nuestro pueblo, ciudad, nación?) y sobre la importancia de las diferencias que existen en la sociedad y de cómo éstas se resuelven a través de la política. Este tipo de aprendizaje es clave porque nos permite obtener las capacidades necesarias para desempeñarnos con éxito en la interacción social.

Las ciudadanas y  ciudadanos formamos nuestras ideas del mundo en el proceso de socialización, es decir, en un proceso a través del cual los seres humanos aprenden e interiorizan las normas y los valores de una determinada sociedad y cultura específica. No se trata de un aprendizaje formal, de acreditar una materia en la escuela con un examen final o de leer muchos, muchos, muchos libros y aprenderlos de memoria. Se trata de algo mucho más fluido, desorganizado e intuitivo. Podríamos decir que tomamos clases de socialización cuando peleamos con nuestras hermanas y hermanos, cuando vemos  discutir a  nuestros   padres   sobre política, cuando jugamos con nuestros amigos y amigas nuestro deporte favorito, cuando vamos a la cancha y evaluamos cómo se comportan los jugadores en el campo o cuando observamos a los vecinos organizarse para resolver un problema de nuestra colonia.

Socialización política

Nuvia Colli. 18 de noviembre de 2019. 7’17’’.

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Estas experiencias integran la socialización primaria y, con ello, se forman nuestras actitudes. Como vimos en el Módulo 1 de #FaroDemocrático, las actitudes son claves porque condicionan nuestro comportamiento. En la fase de socialización, que se desarrolla desde que somos niños y tomamos conciencia, hasta que crecemos e ingresamos a la vida activa -al trabajo o a la educación no obligatoria- aprendemos cosas muy relevantes sobre la comunidad política a la que pertenecemos y sobre las normas que la rigen. Nos damos cuenta de un montón de cosas sobre la existencia de la autoridad (¿quién manda en casa, en la colonia, en el país? ¿por qué obedecemos?), sobre nuestra pertenencia a una comunidad (¿de qué manera nos identificamos con nuestro pueblo, ciudad, nación?) y sobre la importancia de las diferencias que existen en la sociedad y de cómo éstas se resuelven a través de la política. Este tipo de aprendizaje es clave porque nos permite obtener las capacidades necesarias para desempeñarnos con éxito en la interacción social.

FASES DEL PROCESO DE SOCIALIZACIÓN

En la fase de socialización primaria se incorporan o asimilan creencias y actitudes políticas básicas tales como: 

  • la conciencia de la existencia de la autoridad (¿quién manda y quién obedece?);
  • la identificación de un colectivo más amplio que la propia unidad familiar;
  • la conciencia de diferencias ideológicas y partidarias que distinguen entre amigos y adversarios;
  • una genérica conciencia de los resultados que nos suministra el sistema político: protección, seguridad, servicios personales, entre otros. 

Luego se van asimilando creencias y actitudes políticas más sofisticadas tales como:

 

  • la toma de posición frente a líderes políticos, cuestiones o partidos;
  • la distinción entre los  roles institucionales (presidente/a, rey/reina, alcalde/alcaldesa) y las personas que encarnan cada rol; 
  • la adopción de actitudes de interés o desinterés por la política y la inclinación a implicarse en el proceso político o, en su caso, a inhibirse de participar en el sistema político.

Fuente: Vallés (2010: 293).

Más adelante, cuando nos convertimos en personas adultas, llega la segunda etapa de la socialización, que llamamos socialización secundaria. En esta etapa -también denominada como de resocialización- generamos nuevos vínculos con los integrantes de la sociedad, con quienes trabajamos o con quienes estudiamos en la universidad. Esta convivencia nos expone a nuevas dinámicas, a otras actitudes, a opiniones e ideales diferentes que tienen las personas. Al estar expuestos a ellas y al tener que encontrar maneras de lidiar con ellas, nuestras ideas sobre la política y la comunidad pueden cambiar, transformando nuestra identidad política en una nueva y diferente.

Estas experiencias algunas veces tienden a contradecir y otras veces a confirmar los elementos que aprendimos en nuestra socialización primaria. Cuando esas experiencias son congruentes con lo que aprendimos inicialmente es posible que se refuercen las actitudes adquiridas en la socialización primaria. En cambio, si son muy diferentes o se distinguen sustancialmente de lo que aprendimos pueden darse modificaciones sustantivas que acabarán resocializándonos políticamente. Por ejemplo, cambios en la situación familiar, de residencia geográfica, de nivel socioeconómico o de inserción laboral pueden afectar nuestro proceso de socialización secundaria.

El proceso de socialización también se ve afectado por experiencias históricas que influyen la formación en valores y actitudes de toda una generación. Por ejemplo, quienes vivieron durante una guerra mundial, una revolución, pasaron hambre, participaron en movilizaciones y protestas importantes u otro suceso histórico de magnitud similar, tendrán una visión de la política, de su comunidad, de las relaciones de poder o de un régimen político formada y definida a partir de ese hecho. Ello afectará su manera de comportarse, relacionarse y de hacer uso de los mecanismos de participación. Piénsalo, ¿cuál crees que será tu experiencia generacional?

EN RESUMEN

  • El proceso de socialización tiene dos etapas principales, en las que vamos adquiriendo y modificando valores, ideales y actitudes relativas a la política.
  • La primera etapa, de socialización primaria, transcurre en la infancia.
  • La segunda etapa, de socialización secundaria, se da con la entrada de la vida adulta.

¿QUIÉNES SON LOS AGENTES DE SOCIALIZACIÓN?

Hemos visto que el proceso de socialización se divide en dos etapas fundamentales: la socialización primaria y la socialización secundaria. Las características de estos procesos apuntan a que en cada etapa hay ciertos actores que resultan definitorios para la socialización. La socialización primaria, que transcurre desde la infancia temprana, se ve influida principalmente por las personas más cercanas y de contacto directo: la familia y los “grupos de iguales”. Lo que nos enseñan nuestros padres – más lo que hacen- afectarán nuestras ideas y percepciones sobre la política.

La manera en la que los padres, madres, hermanos, abuelos, o primos y primas se comportan y relacionan entre ellos nos ayudará a formarnos actitudes acerca de la importancia de la cooperación para lograr los fines comunes y sobre la autoridad  y acerca de cómo se debe ejercer ese poder sobre los otros. Los grupos de iguales -nuestros compañeros de juegos de la vecindad o del kinder- serán nuestro campo de entrenamiento para la vida adulta. En estos grupos vamos a aprender a ser líderes o seguidores, a resolver conflictos, a defender nuestras propiedades, a luchar por nuestros derechos o intereses o a quedarnos a mirar cómo los demás resuelven los problemas de todos y todas.

SABÍAS QUE…

En 1975, Rafael Segovia, profesor emérito de El Colegio de México, publicó su libro “La politización del niño mexicano”. En este libro, el autor aplica una encuesta a más de 3500 niños y adolescentes de entre 10 y 15 años y concluye que la escuela, los padres y las relaciones con el sistema político son un factor importante en el desarrollo de la cultura política de la niñez.

En la socialización secundaria decrece la influencia de la familia y de los grupos de iguales y crecerá la importancia de otros agentes: la escuela, la iglesia, los partidos políticos, los medios de comunicación, los grupos de interés, entre otros. En la vida adulta nuestras interacciones cotidianas cambian, empezamos a estar expuestos a influencia de un mayor número de personas, incluso cuando con muchas de ellas no mantenemos un contacto directo (cara a cara). Todas esas interacciones y vínculos nos brindan nuevas experiencias que, a su vez, pueden modificar nuestras posturas.

En particular, resulta importante el papel de la escuela como agente de socialización. La combinación de los conocimientos que se enseñan con las prácticas de convivencia y relación entre las personas (de manera horizontal, entre compañeros; como de modo vertical, con los profesores) tiene un impacto inigualable en la formación de la ciudadanía. Por ello es tan importante un ambiente saludable de respeto y convivencia en la escuela. En ese escenario las clases de civismo y los proyectos como este #FaroDemocrático pretenden contribuir al desarrollo de la ciudadanía.

En la actualidad, el papel de la familia y de la escuela en el proceso de socialización se ven afectadas por el impacto de los medios de comunicación de masas y de las redes sociales. Ambos medios se han convertido no sólo en las fuentes de información más consultados por las personas jóvenes, sino que también funcionan como agentes que forman la opinión y establecen modelos de conducta. Esto resulta en especial importante para las nuevas generaciones, a quienes llamamos nativos digitales y para quienes la vida en el espacio virtual tiene la misma importancia que lo que ocurre fuera del ciberespacio.

EN RESUMEN

  • Durante la socialización primaria, los agentes que influyen sobre nuestras actitudes, valores y creencias son personas con las que mantenemos un contacto directo: la familia y los grupos de iguales. 
  • Durante la socialización secundaria, otros actores, como la escuela, la iglesia, los partidos políticos o los medios de comunicación toman relevancia para la transformación de nuestros valores y actitudes frente a la política. 
  • Se considera que la escuela es, después de la familia, el agente de socialización más potente. Sin embargo, en las décadas recientes la influencia de los medios de comunicación y de las redes sociales es cada vez más fuerte.
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